¿Qué esconde la Ribera del Duero más allá de sus vinos?

La Ribera del Duero, un viaje en el tiempo a través de sus vinos y paisajes

Martes 01 de Octubre de 2024

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Peñaranda de Duero

La Ribera del Duero, ubicada en la provincia de Burgos, es un destino enoturístico que destaca por la riqueza de sus paisajes, su patrimonio histórico y, por supuesto, sus vinos de calidad. Esta región no solo es conocida por su producción vinícola, sino también por la tradición gastronómica que acompaña a cada botella. Recorrer sus pueblos es adentrarse en la historia de una comarca que ha sabido conservar sus raíces y adaptarlas a la modernidad sin perder su esencia. Un itinerario por la Ribera del Duero incluye paradas obligadas en algunos de los municipios más emblemáticos, cada uno con una personalidad única que invita a conocer más a fondo esta tierra que ha dado origen a la Denominación de Origen Ribera del Duero.

El viaje puede comenzar en Caleruega, un pueblo de gran valor patrimonial y simbólico. Situado en el corazón de la Ribera del Duero, es la cuna de Santo Domingo de Guzmán, fundador de la Orden de los Dominicos en el siglo XII. En Caleruega, el visitante encontrará el Real Monasterio de Santo Domingo, que atesora siglos de historia, y la torre medieval de los Guzmán, testigo del pasado nobiliario de la localidad. Pero lo que realmente distingue a este lugar es la bodega subterránea tradicional más antigua de la Denominación de Origen, situada en la aldea de San Martín de Bañuelos. Se trata de una cueva-bodega que data del siglo XII y que, según algunos indicios, podría haber sido incluso de origen romano. Ubicada en las laderas del Monte de San Pedro, la bodega cuenta con cabañones destinados a la conservación del vino, construidos en piedra y rematados con arcos de medio punto, una estructura que aún se conserva en un entorno natural donde la fauna también tiene su protagonismo. Desde un mirador cercano, los visitantes pueden observar el vuelo de los buitres leonados y algunas parejas de buitres negros que anidan en la zona, lo que convierte a Caleruega en un punto de encuentro para los amantes de la naturaleza y el vino.

A tan solo unos kilómetros, el siguiente destino es Peñaranda de Duero, una villa medieval que se alza con su imponente castillo como símbolo de su pasado defensivo. Su casco histórico, declarado Conjunto Histórico Artístico en 1974, es un entramado de callejuelas que conducen al viajero a través de casas blasonadas y plazas empedradas. El castillo de Peñaranda de Duero, con su muralla y su torre del homenaje, es el punto más alto de la localidad y ofrece vistas panorámicas de la Ribera del Duero. A los pies de la fortaleza, la antigua farmacia, en funcionamiento desde el siglo XVIII, es una de las más antiguas de España y refleja el peso de la tradición en el municipio. El Palacio de Avellaneda y la excolegiata de Santa Ana completan el recorrido artístico de este pueblo, cuya visita no estaría completa sin una parada gastronómica. Los platos locales, como el cordero asado y las carrilleras, se maridan con los tintos de la región, en una experiencia que aúna los sabores más auténticos con el entorno medieval que caracteriza a Peñaranda.

El viaje continúa en Gumiel de Izán, conocido como 'La Petra española' por su iglesia de Santa María, un templo gótico que domina la Plaza Mayor. La comparación no es casual, ya que su fachada monumental y su ubicación imponente recuerdan a la famosa Petra jordana, despertando el interés de los turistas que llegan en busca de arte y arquitectura. Declarado Conjunto Histórico Artístico en 2003, Gumiel de Izán conserva un trazado medieval en el que se distinguen restos de su antigua muralla y el Arco de los Mesones, una de las puertas de entrada a la villa. Además de su patrimonio, este pueblo se distingue por su oferta gastronómica, en la que la morcilla y el lechazo al horno son protagonistas indiscutibles. La historia de Gumiel, que se remonta a la época romana, se puede conocer en sus lagares y en las bodegas que aún funcionan en las afueras, lo que permite al visitante disfrutar de un recorrido que va de la copa a la mesa y que ilustra la estrecha relación entre la cultura y el vino en esta parte de la Ribera del Duero.

Por último, la ruta debe incluir una parada en Haza, un pequeño municipio que, aunque menos conocido, es una verdadera joya de la Ribera del Duero. Situado en un promontorio junto al río, Haza es una ciudadela fortificada con un pasado ligado a la defensa de la línea del Duero frente al avance musulmán en la Edad Media. El castillo de Haza, con su torre del homenaje restaurada, y la iglesia de San Miguel, de estilo románico, son los principales atractivos de este enclave que ha sido declarado Bien de Interés Cultural. Pasear por sus calles y contemplar las ruinas de su muralla es viajar en el tiempo a un periodo en el que Haza fue un bastión estratégico. A pesar de su tamaño, la villa cuenta con un entorno natural privilegiado, donde los viñedos se mezclan con los campos de cereal, ofreciendo un paisaje característico de la Ribera del Duero que invita a la calma y a la reflexión. Aquí, el vino y la historia se entrelazan en cada rincón, creando una experiencia única para quienes deciden perderse por sus caminos.

La Ribera del Duero burgalesa es, en definitiva, un viaje al pasado con todas las comodidades del presente. Sus pueblos y sus bodegas, cada una con una historia diferente que contar, forman un mosaico de tradición y modernidad que hace de esta región un destino obligado para los amantes del vino, la gastronomía y el patrimonio. Con sus castillos, sus monasterios y sus viñedos, la Ribera del Duero se erige como una tierra de contrastes donde cada parada enriquece el conocimiento y el paladar de quienes se adentran en ella.

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