Manuel Rivera
Jueves 19 de Septiembre de 2024
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El huevo es uno de los alimentos más básicos en la dieta debido a su accesibilidad, versatilidad y alto valor nutricional. Además, su relación calidad-precio lo convierte en una opción ideal para el consumo diario. En 2023, los huevos fueron protagonistas en el 13% de los platos consumidos en casa, destacando en tres de las recetas más populares: la tortilla de patatas, la tortilla francesa y los huevos fritos. Sin embargo, a pesar de su presencia en la cocina, existen varias dudas comunes relacionadas con su origen, calidad y valor nutricional.
Una de las principales cuestiones que surge entre los consumidores es la diferencia entre los huevos morenos y los blancos. La percepción de calidad en cada país está ligada a la familiaridad con un tipo de huevo, aunque no hay diferencias significativas en cuanto a su composición o valor nutricional. El color de la cáscara depende exclusivamente de la raza de la gallina: las gallinas blancas ponen huevos blancos y las marrones, huevos marrones. Lo esencial para determinar la calidad de un huevo es su frescura, independientemente del color de la cáscara.
Otro aspecto a tener en cuenta es el tipo de producción de los huevos. En la Unión Europea existen cuatro sistemas de producción reconocidos: jaulas acondicionadas, suelo, camperas y ecológicas. A pesar de las diferencias en cuanto al modo de vida de las gallinas, las variaciones en el valor nutricional de los huevos son mínimas. Todos los animales reciben una dieta basada principalmente en pienso compuesto de cereales, soja, vitaminas y minerales, con pequeñas variaciones cuando las gallinas tienen acceso al exterior y pueden complementar su alimentación con vegetales o insectos. Sin embargo, estas diferencias no son significativas a nivel nutricional.
El precio de los huevos varía según el sistema de producción, siendo más económicos los que provienen de gallinas en jaulas acondicionadas, mientras que los camperos y ecológicos suelen ser más costosos debido al mayor espacio y mano de obra necesarios. Sin embargo, este aumento en el precio no implica una mejora en la calidad nutricional del huevo.
Un factor importante a la hora de elegir huevos es su frescura. En la Unión Europea, la calidad de los huevos está garantizada por normativas estrictas que regulan tanto la sanidad y bienestar de las gallinas como la seguridad alimentaria. La fecha de consumo preferente, que es de 28 días desde la puesta, es clave para asegurar que el huevo esté en buen estado. Una vez en casa, es recomendable guardarlos en el frigorífico para mantener su frescura hasta la fecha indicada.
Existe también el debate sobre el consumo de huevo crudo frente al cocinado. Contrario a la creencia popular, los huevos cocinados ofrecen mejores propiedades nutricionales, ya que el calor ayuda a que las proteínas sean más fáciles de digerir. Además, el cocinado incrementa la biodisponibilidad de ciertos nutrientes como la biotina. Las preparaciones más ligeras, como los huevos cocidos o a la plancha, son menos calóricas y más fáciles de digerir en comparación con los huevos fritos, que requieren la adición de grasa.
Por último, desechar la yema es una práctica que algunas personas adoptan por su contenido calórico y de grasas, aunque no es necesario si se sigue una dieta equilibrada. La yema, además de aportar casi la mitad de la proteína del huevo, contiene importantes nutrientes como el fósforo, hierro, zinc, selenio, vitaminas B12, A, D y E, y otros compuestos que son esenciales para el organismo. Por lo tanto, no aprovechar la yema implica perder una parte significativa de los beneficios nutricionales del huevo.
En definitiva, el huevo es un alimento versátil y nutritivo que, independientemente de su color o del sistema de producción, ofrece un alto valor nutricional cuando se incluye en una dieta equilibrada. Los consumidores deben tener en cuenta factores como la frescura y el modo de preparación para maximizar los beneficios que este alimento esencial puede proporcionar.
El huevo, por su carácter versátil y su capacidad para adaptarse a diferentes técnicas culinarias, ofrece también interesantes posibilidades de maridaje con el vino, un aspecto que a menudo se pasa por alto. A pesar de que tradicionalmente se piensa que maridar vino con platos a base de huevo es complicado, en realidad hay combinaciones que pueden realzar tanto el sabor del plato como el del vino.
Cuando hablamos de recetas donde el huevo es el ingrediente principal, como la tortilla de patata o los huevos fritos, la clave está en buscar vinos que complementen la textura y el sabor suave del huevo sin opacar su delicadeza. Un vino blanco joven, puede ser una elección excelente para acompañar una tortilla de patatas, ya que su acidez y frescura equilibran la untuosidad de la yema. Estos vinos también son idóneos para maridar con huevos cocidos o pasados por agua, donde la suavidad de la clara cocida se contrarresta con la vivacidad de los blancos frescos.
En el caso de los huevos fritos, especialmente si se acompañan de algún embutido o patatas fritas, un vino tinto joven, puede ser una opción interesante. Los tintos jóvenes, con su carácter afrutado y ligero, son lo suficientemente sutiles para no dominar el sabor del huevo y, al mismo tiempo, aportan una buena estructura que encaja con las grasas presentes en el plato. Si los huevos están preparados en una receta más rica, como unos huevos al plato con jamón, bacon o incluso chorizo, un tinto con un poco más de cuerpo, como un crianza, también sería adecuado.
Otra opción clásica y sofisticada es la receta de huevos escalfados en salsa de vino tinto, conocida en la cocina francesa como "Oeufs en Meurette". Este plato consiste en huevos pochados que se sirven en una salsa reducida de vino tinto, cebolla, zanahoria y bacon, y es típico de la región de Borgoña, famosa por sus vinos tintos. Esta receta también se puede adaptar utilizando vinos tintos locales, que aportan al plato aromas intensos y un toque especiado que realza los sabores del huevo y la salsa. Para acompañar este plato, un vino tinto con crianza o un reserva que haya madurado en barrica es perfecto, ya que sus notas de madera y especias complementan los sabores complejos de la salsa de vino.
En cuanto a preparaciones con huevos en recetas dulces, el vino también tiene su espacio. Un ejemplo interesante es la crema catalana o crème brûlée, un postre hecho a base de yema de huevo, azúcar y leche, que combina muy bien con vinos dulces. Estos vinos, con su dulzor natural y sus notas de pasas, higos y miel, se equilibran maravillosamente con la textura cremosa y el sabor suave de la crema.
El huevo, por tanto, lejos de ser un ingrediente que limite el maridaje con vino, abre una serie de posibilidades si se elige correctamente el tipo de vino que acompañe al plato. La clave está en respetar la suavidad y la textura del huevo y equilibrarla con vinos frescos o afrutados en los casos más sencillos, o bien optar por vinos con más cuerpo cuando el plato incorpora salsas o ingredientes más intensos.
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