¿Qué vinos pedir en invierno en un restaurante?

¿Existen los vinos de invierno? Este concepto es menos habitual que el de vino de verano, pero conviene conocerlo. Las...

Vilma Delgado

Jueves 16 de Febrero de 2023

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copas de vino en restaurante

¿Existen los vinos de invierno? Este concepto es menos habitual que el de vino de verano, pero conviene conocerlo. Las circunstancias climáticas de estas fechas influyen en lo que apetece beber.

La temperatura a la que el cuerpo pide el vino es muy diferente a la que apetece en fechas estivales. Por ello, son más demandados ciertos vinos que se sirven a 17 grados.

Por otra parte, la gastronomía de cuchara adquiere un mayor peso en la alimentación invernal. Estos platos, poderosos y reconstituyentes, precisan vinos fuertes y envolventes.

Las mejores recomendaciones de vinos para esta época del año

En muchos países de Europa se consume vino caliente, una preparación vinícola dirigida a proporcionarnos calor y energía.

Los vinos y la alimentación en invierno

Cuando la temperatura ambiental baja, la lluvia o la nieve han hecho acto de presencia y el cuerpo se encuentra destemplado, apetece ingerir calorías. En vez de ensaladas y gazpachos, se prefieren las alubias, los guisos, los cocidos y las sopas.

Las comidas de invierno incluyen carnes fuertes, pastas, arroces, estofados, pescados al horno, caldos y platos de verdura. También los quesos se prefieren azules y maduros.

Es decir, la consistencia y el alto aporte calórico son los dos atributos principales de la dieta invernal característica.

¿Qué ocurre al elegir el vino para acompañar estos platos? Exactamente lo mismo: se buscan la complejidad, la presencia, la contundencia en el sabor y la persistencia. Son rasgos compatibles con los de las comidas, por lo que suponen el mejor maridaje.

Un ligero y burbujeante lambrusco no suele apetecer a quien se encuentra en un refugio de alta montaña, rodeado de nieve a varios grados bajo cero. Mucho menos mientras está cenando cocido madrileño y caza guisada.

Temperatura de consumo

Cada categoría de vino, y dentro de ella cada modalidad, ha de degustarse a la temperatura adecuada. Con independencia de los gustos personales —es humano sentir cierta preferencia a mayor o menor temperatura de consumo—, en invierno apetece más la calidez.

Por eso, los vinos que se sirven menos frescos se eligen más en invierno. Tanto si se toma el vino en restaurante como en casa o en una bodega, se agradece esa reconfortante sensación térmica en el paladar.

Un par de consideraciones sobre los vinos de invierno

Hay quien asegura que la graduación y la concentración de azúcares en los vinos los hace más habituales en invierno. Sin embargo, no es una consideración acertada.

Dado que el cuerpo humano demanda aportes calóricos para adecuarse a las inclemencias atmosféricas, podríamos preferir los vinos más azucarados y los de mayor graduación alcohólica. Sin embargo, en la práctica esto no sucede.

Los vinos azucarados y con más grados son un 5 % del mercado. Las estadísticas reflejan que los semidulces y los dulces no se consumen en invierno en grandes cantidades. Por otra parte, algunos espumosos con mucho azúcar se toman por igual en verano e invierno.

En cuanto al factor graduación, apenas hay diferencias considerables entre los distintos tipos de vino. La mayoría de los blancos, los rosados y los tintos oscilan entre los 12 y los 14 grados. Es una diferencia insuficiente para considerar su influencia.

¿Cuál es el factor decisivo?

Además de la temperatura de servicio, ¿qué más influye el elegir vino en invierno? La respuesta es clara: el sabor. En esta época se prefieren vinos rotundos y contundentes en el paladar, con mucho cuerpo y determinados aromas, notas y matices.

Por lo tanto, ¿tinto o blanco?

Antes de entrar en esta cuestión, conviene recordar que los vinos espumosos de celebración se toman todo el año. Su consumo está asociado a las fiestas y las conmemoraciones, que pueden sucederse asimismo en invierno. Por ello, el cava y el champán también se beben, con relativa frecuencia, en fechas invernales.

Por otra parte, tradicionalmente se ha asociado elegir el vino blanco a las fechas veraniegas. Como sucede en los rosados, su sabor es más refrescante y ácido. Y resultan más ligeros en la boca, ya que incluyen aromas primarios, frutales y florales. Por ello, y aunque algunos maridan bien con los guisos de pescado, apetecen menos con el frío.

El tinto es la principal recomendación para el invierno. Son los que aportan más cuerpo en boca, poderosas sensaciones tánicas y aromas secundarios. La presencia en ellos de terciarios dominantes, como los tostados, la vainilla, la madera, los empireumáticos y las especies, se prefieren en estas fechas. Si además han pasado una larga crianza en madera, su adecuación es la máxima.

A modo de conclusión, procede destacar que los tintos son los vinos de invierno por excelencia. Las características de su sabor, el cuerpo y las notas que dejan en boca son más apropiados durante los periodos fríos. Otro factor importante es la temperatura de servicio, porque apetecen más aquellos en los que es más alta.

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