Inmaculada Peña
Miércoles 30 de Marzo de 2022
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Hoy tenemos la suerte de hablar con Ana Martínez, gran defensora y amante de la Manzanilla de Sanlúcar. Secretaria y miembro activo de la asociación cultural para la promoción del Mosto de Sanlúcar de Barrameda. Una institución que trata de poner en valor el vino joven de la zona, como base de los vinos tradicionales y las nuevas elaboraciones, que son reflejo de la albariza y uvas tradicionales.
De nada, es todo un placer.
El vino siempre ha estado ahí, forma parte de la memoria sensorial de mi infancia. Está presente en el aroma de las calles y las tabernas de los pueblos Andaluces, en su cocina tradicional...
Mi padre siempre fue un enamorado del vino, supongo que también las pasiones se transmiten como parte del ADN. Guardia Civil, nosotros (mi familia, cuando yo era pequeña) hemos vivido en pueblos de media España y cambiado innumerablemente de destino, entre los que se encuentran Sanlúcar y Córdoba, dos ciudades donde el vino es una parte imprescindible de la cultura y del sentir de sus habitantes.
Y después en la carrera, cuando lo descubres por dentro, cuando lo analizas y lo estudias, es cuando ves lo que realmente te quiere decir el vino y te enamoras del todo, sin más.
Mis lazos con Sanlúcar son familiares y profesionales, circunstancias que hacen que casi viva a caballo entre mi residencia habitual en el Campo de Gibraltar y esta localidad.
Pues esta pregunta tengo que responderla desde dos perspectivas.
Como Profesional te diría que la Manzanilla es especial porque es un vino con características organolépticas únicas. Debido a que las cepas de lavaduras que existen en Sanlúcar de Barrameda son en cuanto a cantidad, actividad y variabilidad exclusivas, debido a su especial microclima, su cercanía al mar y la influencia de los vientos.
Pero también he de responder desde el punto de vista emocional, porque el carácter de un vino está implícito en la tierra que lo ve nacer y en la cual se cría y la Manzanilla es Sanlúcar. Es poesía, cada amanecer, el horizonte de las playas Sanluqueñas evoca el color de su vino, es reflejo de la salinidad de sus mares, de la humildad de sus gentes y la grandeza de su historia. Es un vino que vive su pueblo tanto como su pueblo lo vive a él, un vino que no todo el mundo entiende, pero que tiene la capacidad de susurrar al oído de quien quiere escucharla historias increíbles. Es un vino sutil, organolépticamente lleno de matices, que tiene la fuerza y el espíritu aventurero de sus ancestros, aquellos que por primera vez dieron la primera vuelta al mundo, la serenidad de la edad en sus soleras, la capacidad de hacer adeptos y mover peregrinos. Es un vino mimado y consentido, criado bajo el amparo del velo de flor de la Saccharomyces, único, singular y diferente.
La labor de promoción de la Manzanilla se está llevando a cabo desde El CIMA (centro de interpretación de la Manzanilla) con una serie de catas donde cada una de las bodegas de Sanlúcar da a conocer las virtudes y singularidades de la Manzanilla. También la mayoría de las bodegas están apostando por el enoturismo y son cada vez más conscientes de que darse a conocer es casi tan importante como hacer un buen vino. La mayoría de las bodegas tienen rutas guiadas en varios idiomas. Podemos visitar también el museo de la Manzanilla de Barbadillo, iniciativa privada que hace una labor de promoción importante de los vinos tradicionales. Pero falta mucho por hacer, se están dando solo los primeros pasos en este aspecto, aunque cada vez se es más consciente de que el enoturismo puede ser una parte a tener en cuenta dentro de la economía local.
Pues el Cima es un espacio, situado en un enclave Histórico de valor incalculable, donde la Fundación de la Manzanilla de Sanlúcar de Barrameda tiene el propósito de mostrar la riqueza enológica, arquitectónica y cultural de las bodegas de la ciudad. Creo que es un buen punto de partida para cualquier ruta enoturística, donde podemos hacernos una idea global de la importancia de la Manzanilla dentro su entorno sociocultural.
Sin duda. La Manzanilla es una parte imprescindible de la gastronomía Sanluqueña, una gastronomía que se basa en la calidad excepcional y la singularidad de sus productos y materias primas, que son reflejo de su entorno y de su clima, de su proximidad al coto, de sus costas. En la lonja de Sanlúcar encontramos productos que son un verdadero lujo para los sentidos, pero la agricultura también nos proporciona materia prima excepcional, esas papas que se crían en arena, los cultivos de Navazo...
Y el complemento ideal para esta gastronomía única es un vino único en cuanto a sus características. Esa salinidad que hace que la percepción sensorial sea mayor, que realza y complementa los sabores le hace ser el acompañante perfecto para armonizar cualquier plato.
La alta restauración ha comenzado a dar valor a este vino y considerarlo como se merece. La Manzanilla de calidad está efectivamente cada vez mejor valorada, pero queda mucho camino por recorrer en cuanto a promoción y difusión. Tanto dentro de nuestro país como en el exterior la Manzanilla es una gran desconocida y yo creo que tenemos esa asignatura pendiente, debemos contarla tal y como es y potenciar ese tándem que junto a la gastronomía de la ciudad la hace un producto de características sobresalientes.
Pues dar solo tres razones para visitar Sanlúcar se hace difícil, porque sus virtudes son innumerables. Pero resumiendo podríamos destacar:
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