En el nombre de la proximidad

Utilizar la palabra proximidad en muchas ocasiones crea una falsa expectativa y se juega con un término que no siempre es el adecuado a la realidad. El “proxcentrismo” parece ser la verdad absoluta.

Javier Campo

Viernes 29 de Enero de 2021

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Parece lógico y de recibo que en un restaurante de Sitges tengan vinos de Penedés y el "vino de la casa" (este término es otra película para tener en cuenta) sea de proximidad geográfica. No parece lógico ni de recibo que en Castellón el vino de la casa sea de Castilla y León o que solo tengan Riojas, Riberas, Ruedas, Rías Baixas y no tengan ninguno de su IGP. La cantidad de ejemplos que podríamos poner es enorme.

Y para solventar eso echamos mano de la palabra de moda. Proximidad. "Hay que fomentar el consumo del producto del territorio", "primero lo nuestro y luego lo de fuera"... Frases como estas refuerzan el movimiento de proximidad. Y es que realmente, es cierto que, con los productos de cercanía, los costes de distribución son más baratos, se potencia que se conozcan los productos locales, todos ayudan a todos... ¿todo esto es así, de verdad?

"Se vende piso cerca de la playa" y luego está a más de media hora en coche, pero, la proximidad al agua de mar es "relativa". En algunos locales es gracioso como utilizan la palabra proximidad para atraer a clientes y, sin embargo, solo algunas cosas son realmente de proximidad, por que el mobiliario a lo mejor es de un país de Asia, el tipo de cocina es de "fusión" y el vino de proximidad es de 150 kilómetros de distancia porque el que está más cerca, no le gusta al propietario.

Que sí. Que hay que tener vino de donde estás. Eso es incuestionable. Pero si nos basáramos solo en la proximidad, aun se vendería mucho menos vino del que se vende. Aquí la culpa la tenemos todos. Si te vas a Jumilla y en un restaurante pides un rosado de Navarra, porque a ti te gusta o porque no conoces otra cosa, es complicado ayudar al restaurador a que realmente tenga productos de proximidad. Por eso, es una cuestión de oferta y demanda, pero sin necesidad de llevarlo a ningún extremo, ya que no tendríamos ni restaurantes chinos, ni pizzerías, ni conoceríamos el sushi a no ser que fuésemos a Japón.

Una de las actuales grandezas es poder tener al alcance de la mano productos de prácticamente cualquier parte del mundo y, conocerlo, probarlo y seguir con el día a día en el que los productos de proximidad no tienen porque llevar una etiqueta que le suba el precio. Porque del precio no hemos hablado. Los productos de proximidad existen desde hace mucho y la sostenibilidad (otra gran palabra) también desde hace mucho, pero en el momento que lo ponga en la etiqueta... zasca. El precio sube. Y lo pagamos. Resulta un poco ridículo comer o beber una cosa traída de otro sitio que es mejor, tiene mejor calidad e incluso, nos gusta más, pero como no es de proximidad nos vamos a otra que nos gusta menos, es de menor calidad y encima, es más caro. Eso sí. Es de proximidad. En los antiguos westerns se decía "Ni los vaqueros son tan buenos, ni los indios, son tan malos".

Javier Campo
Sumiller y escritor de vinos
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