Pablo Ponce
Miércoles 06 de Febrero de 2019
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Federico Gimenez Riili, propietario de Bodega Gimenez Riili comparte una copa de mosto en fermentación con visitantes en Valle de Uco, Mendoza
Cierto es que la cantidad de personas que eligen el turismo del vino aumenta año tras año y esto no es casualidad. Las experiencias inolvidables y momentos irrepetibles que se vive en cada bodega logran que los mismos visitantes se vuelvan divulgadores de esto a través de sus redes sociales, en charlas con amigos o simplemente con el boca en boca.
Afortunadamente los establecimientos han entendido esto perfeccionando sus actividades y creando diversas opciones para que hoy en día una visita no sea solo ver donde se hace el vino, sino que ya se incluyen bicicletas y cabalgatas por viñedos, opciones gastronómicas propias de la bodega, alojamiento, etc.
Los beneficios de visitar una bodega son muchos, y a continuación detallo los más importantes a mi parecer:
1. INTERACTUAR CON PROPIETARIOS
Qué mejor que conocer la historia de una bodega que contada por el propio dueño. Relatos que seguramente incluyen a bisabuelos inmigrantes, tierras en donde no había nada y metodologías de trabajo ya casi desconocidas. Esto no sucede en todos lados, con más frecuencia podremos vivirlo en bodegas denominadas boutique donde quién nos recibe y lleva a conocerla es el propietario.
2. CONOCER EN PRIMERA PERSONA AL ENÓLOGO
Para todo winelover no hay nada más satisfactorio que poder interactuar en persona con quién crea el vino. Esta es una excelente oportunidad para preguntar, hay que aprovechar el momento para sacarnos todas nuestras dudas y aprender de primera mano todo sobre el vino.Bodega Familia Cassone, Luján de Cuyo, Mendoza
3. PROBAR VINOS EXCLUSIVOS
Muchas veces las bodegas guardan para quienes los visitan añadas únicas, aquellas que ya no están en el mercado, o partidas limitadas de vinos que solo vieron la luz un poco cantidad de botellas. También tendremos la oportunidad de probar antes que nadie vinos que aún no son lanzados al mercado, ya sea estando en estiva o directamente del tanque o barrica antes de su fraccionamiento.
4. PREGUNTAR A EXPERTOS
Esto está relacionado con el punto 2, donde además del enólogo podremos dialogar con los guías de turismo, personas calificadas para poder responder todo aquello que tenga que ver con el mundo del vino.
5. DIALOGAR CON OTROS VISITANTES
No siempre las visitas serán personalizadas o privadas (en el caso de querer que sea así, se especifica con anterioridad durante la reserva), por lo que nos encontraremos compartiendo momentos con diferentes personas de todo el mundo, conociendo sus opiniones y también escuchando anécdotas propias. Las preguntas de los demás nos pueden ayudar a nosotros a comprender un poco más sobre el vino, sus hacedores y sus particularidades. En lo posible intentemos interactuar con ellos también para luego seguir en contacto.
6. CONTEMPLAR PAISAJES ÚNICOS
Cada bodega guarda un estilo único, desde la arquitectura y el paisaje natural hasta espacios de arte y panoramas increíbles. Dejemos por un momento los celulares de lado, levantemos la cabeza y tomémonos ese instante para percibir con todos nuestros sentidos lo que nos rodea. Los aromas de esos lugares son únicos y les aseguro que la próxima vez que los detectemos, nuestra memoria nos remitirá a ese momento volviéndose inolvidable.
Restaurante de Bodega Clos de Chacras, ubicado dentro de la misma bodega en Chacras de Coria, Mendoza
7. NO TODO ES VINO
Hoy en día, visitar una bodega no solo se trata de probar vinos y visitar viñedos. Afortunadamente cada vez son más aquellos proyectos enoturísticos que apuestan a la gastronomía de primer nivel abriendo hoteles y restaurantes en las mismas bodegas, y lo bueno de esto es que cada uno le da una impronta particular trabajando de manera conjunta entre el chef y el sommelier cuidando el maridaje de cada uno de los vinos que allí se elaboran.
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