Jueves 01 de Diciembre de 2016
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La tendencia por la salud en general y la alimenticia en particuar está cada vez más presente en nuestro día a día, y en especial a la hora de elegir los alimentos que compramos y consumimos.
Todo apunta que esta tendencia seguirá en alza en los próximos años, debido a que se trata de un movimiento globalizado que se produce en todo el mundo.
Este cambio de hábitos afecta directamente a las decisiones de la industria alimentaria, que se ven obligados a cambiar sus productos según la demanda.
Así vemos como cada vez más productos se enfocan en la dirección del "sin" (sin grasa, sin gluten, sin azúcar, sin aceite de palma, etc.). Un cambio de rumbo a menudo dictado por el marketing y las ventas más que por bases científicas sobre los supuestos beneficios o perjuicios de un alimento.
Por otro lado, las decisiones políticas que se están tomando en muchos países en relación a los alimentos favorecen impulsan esta tendencia.
En este sentido, debido a sus particularidades como alimento, el vino siempre se ha mantenido al margen de estos cambios. Sin embargo, en los últimos tiempos, con la intención de ofrecer mayor trazabilidad del producto, algunas voces comienzan a sugerir la inclusión de más información en las etiquetas de los vinos.
En concreto, los dos aspectos más demandados por algunos políticos, procedentes tanto de EE.UU. como en Europa, son el etiquetado de alérgenos y la información nutricional y calórica.
Los que apoyan esta medida sostienen que ayudaría no sólo a tomar decisiones más informadas acerca de la salud de las personas que beben, sino también para limitar los excesos y luchar contra el alcoholismo.
Sin embargo, como hemos visto varias veces, la información de "calorías" en un vino puede ser muy relativa y particular, además de poco constante en el tiempo.
Existen muchos factores en los vinos que pueden afectar a su variabilidad nutricional y convertir este tipo de etiquetas en algo del todo ineficaz. Algo que, al parecer, la mayor parte de consumidores respaldan, al menos de acuerdo con las respuestas ofrecidas a una encuesta realizada por "Wine Spectator", que pidió a sus usuarios que opinaran si la ingesta de calorías del vino y su indicación en la etiqueta realmente es un factor que tomarían en consideración a la hora de elegir una botella.
Según la encuesta, la gran mayoría ( el 67% a fecha de este artículo) dice que no, "porque arruinaría el disfrute del vino". En resumen, para la mayoría de encuestados en el vino prevalece el aspecto hedonista sobre supuestos aspectos de salud. Por el contrario, tan sólo el 8% de encuestados indican que la información nutricional y calórica en la etiqueta es esencial en la compra del vino.
El 25% restante de encuestados afirman que en determinadas ocasiones o situaciones, como en vacaciones, fiestas o estados de salud, podría ser conveniente el uso de información nutricional en la etiqueta de vino.
Placer, salud, progreso o tradición juegan un papel esencial en las futuras decisiones que tomarán los políticos a la hora de regular, o no, el etiquetado de vino. El debate está servido.
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